Mente
sana en cuerpo sano
14
La mujer sabia une a su familia;
la
mujer tonta la desbarata.
2
La
gente honrada obedece a Dios;
la
gente malvada lo desprecia.
3
Es
de tontos hablar con orgullo;
es
de sabios ser de pocas palabras.
4
Sin
las herramientas apropiadas,
el
trabajo no da fruto;
con
buenas herramientas
se
saca mejor provecho.
5
El
testigo verdadero dice la verdad;
el
testigo falso siempre dice mentiras.
6
El
malcriado quisiera ser sabio,
pero
jamás llegará a serlo;
en
cambio, el entendido
muy
pronto gana conocimientos.
7
Aléjate
de los tontos,
que
nunca aprenderás nada de ellos.
8
El
que es sabio lo demuestra
en
que piensa bien lo que hace,
pero
el tonto vive engañado
por
su propia estupidez.
9
A
los necios no les importa
si
Dios los perdona o no,
pero
la gente buena
quiere
el perdón de Dios.
10
Nadie
más que tú
conoce
realmente
tus
tristezas y tus alegrías.
11
La
familia del malvado
será
destruida,
pero
el hogar del bueno
prosperará.
12
Hay
cosas que hacemos
que
nos parecen correctas,
pero
que al fin de cuentas
nos
llevan a la tumba.
13
La
mucha risa causa dolor;
hay
alegrías que acaban en tristeza.
14
La
gente tonta
es
feliz con su mala conducta;
la
gente buena es feliz
con
sus buenas acciones.
15
La
gente tonta cree
todo
lo que le dicen;
la
gente sabia piensa bien
antes
de actuar.
16
El
sabio conoce el miedo
y
se cuida del peligro,
pero
el tonto es atrevido
y
se pasa de confiado.
17
El
que pronto se enoja
pronto
hace tonterías,
pero
el que piensa en lo que hace
muestra
gran paciencia.
18
La
recompensa de los tontos
es
su propia estupidez;
el
premio de los sabios
consiste
en saber cómo actuar.
19
Los
malvados no resisten
la
justicia de los buenos.
20
Si
eres pobre,
ni
tus amigos te buscan;
si
eres rico,
todo
el mundo es tu amigo.
21
No
debes despreciar al amigo;
¡si
eres bueno con los pobres,
Dios
te bendecirá!
22
Los
que piensan hacer lo malo
cometen
un grave error;
los
que procuran hacer lo bueno
reciben
el gran amor de Dios.
23
Todo
esfuerzo vale la pena,
pero
quien habla y no actúa
acaba
en la pobreza.
24
La
riqueza del sabio es su sabiduría;
la
pobreza del tonto es su estupidez.
25
El
testigo que dice la verdad
salva
a otros de la muerte,
pero
hay testigos mentirosos.
26
El
que obedece a Dios
ya
tiene un poderoso protector
para
él y para sus hijos.
27
El
que obedece a Dios
tiene
larga vida;
ha
escapado de la muerte.
28
Para
el rey es un orgullo
gobernar
a un pueblo numeroso;
¡qué
vergüenza es para él
no
tener a quién gobernar!
29
El
sabio domina su enojo;
el
tonto no controla su violencia.
30
Mente
sana en cuerpo sano;
por
eso la envidia
te
destruye por completo.
31
Quien
le quita todo al pobre
ofende
a Dios, su creador;
quien
obedece a Dios
trata
bien al pobre.
32
El
malvado fracasa por su maldad;
pero
el hombre bueno
confía
en Dios hasta la muerte.
33
En
la mente del sabio
hay
lugar para la sabiduría;
pero
la gente tonta
no
llega a conocerla.
34
El
orgullo de un pueblo
es
que se haga justicia;
la
desgracia de los pueblos
es
que se cometa pecado.
35
El
ayudante inteligente
se
gana el aprecio del jefe,
pero
el empleado sinvergüenza
provoca
su enojo.
Traducción
en lenguaje actual (TLA)
Copyright
© 2000 by United Bible Societies
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